Formando vidas felices

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¿Por qué los niños no necesitan ser los mejores? stars

¿Por qué educar al niño para que sea feliz, no el mejor?
Desde que nacen, les pedimos ser los mejores: hablar pronto, aprender a leer el primero, demostrar cuánto inglés sabe. Ser el mejor, siempre el mejor. Sacar las mejores notas, conseguir el cinturón negro de judo, ser el máximo goleador en cada partido... No nos damos cuenta, pero lo hacemos. Basta preguntar... ¿y tu amigo...qué nota sacó tu amigo? Pero los niños no necesitan ser los mejores. Lo que necesitan es ser felices. Los expertos alertan del peligro de esta educación basada en la competitividad. El resultado puede ser devastador para el niño. Los niños nacen con un don. Siempre hay algo en lo que brillará. Un don que le hará especial, único. No hace falta exigirle que sea el mejor en todo. El mejor en matemáticas, en arte, en todos los deportes... No hace falta que sea el mejor, sino que sea feliz. Educadores y psicólogos ponen la voz de alerta: hacer a un hijo competitivo y exigirle ser el mejor, puede ocasionar en él todos estos problemas:

1. Frustración: La competitividad constante no crea más que frustración y estrés, porque no siempre conseguirá lo que se propone. Exigir demasiado a un niño hace que sienta que defrauda, a él mismo y a sus padres. Y lo peor: estos niños crecerán con un constante miedo al fracaso.
2. Baja autoestima: Si un padre está exigiendo constantemente a su hijo ser el mejor en todo, lo único que consigue es que no confíe en sus posibilidades. Es normal: él se esfuerza pero le exigen más y más... es decir, que el niño acabará pensando que no es capaz de lograr lo que le exigen sus padres porque nunca llega a ser perfecto.
3. Desconfianza: La competitividad crea desconfianza en los demás. Y además les arrebata la libertad de vivir su infancia en plenitud.
4. Pérdida de valores: Es difícil competir con los demás sin caer en sentimientos como los celos, la ira, el temor. Muchas veces, el niño terminará sacrificando valores positivos como el compañerismo o la solidaridad en pos de sus beneficios.
5. Infelicidad: Al final, un niño que se pasa el día compitiendo con el resto, no es feliz. Es algo que le han impuesto, no que él ha buscado. No es su camino: es el camino que le han trazado sus padres. ¿Puede un niño ser feliz sin sentirse libre para elegir su propio camino? ¿Puede un niño ser feliz sin disfrutar de lo que aprende a su propio ritmo?

Cómo educar al niño para que sea feliz Recuerda: educa a tu hijo para ser feliz, no para ser el mejor. ¿Cómo?
1. Ayúdale a disfrutar con lo que le gusta y a sacar el mejor partido de sí mismo, descubriendo en qué destaca o qué es lo que más le gusta.
2. Ayúdale a cumplir sus sueños, no los tuyos.
3. Deja que viva su infancia como un niño, no como un adulto. Si insistes en que compita desde pequeño, crecerá como un adulto vacío y con problemas emocionales.
4. No le des todo hecho. Deja que aprenda de sus errores. Esto aumentará su confianza en sí mismo.
5. Enséñale a superar sus frustraciones. Que nada le detenga. Explícale que durante el camino tropezará y que debe volver a levantarse para seguir el camino.
6. Enséñale valores que llenarán su vida y le aportarán sin duda, felicidad. Por ejemplo, la bondad, la solidaridad o la empatía.

Estefanía Esteban Periodista 29 de marzo de 2017

COMO DEBE SER EL ESPACIO IDEAL PARA REALIZAR TAREAS ESCOLARES

¿Cómo debe ser el espacio ideal para realizar las tareas escolares? El espacio de estudio debe estar separado del lugar de juego, esto ayudará a que el niño esté más atento. Hágase los siguientes interrogantes: estará bien, ¿comer en la sala? ¿Ver televisión en la cocina? ¿Hacer visita en el cuarto? No, ¿verdad?, así de extraño resulta la idea de hacer tareas en el comedor, en la cama o en un espacio que no esté adecuado para esto, ya que realizar las tareas en un lugar improvisado y no apto puede traer consigo problemas no solo de concentración y malos resultados académicos, sino también para la salud de niños y jóvenes. Se aconsejan tres sencillos pasos que abarcan desde el mobiliario hasta la decoración del lugar. Estos son: Equipar el espacio  Se debe encontrar un escritorio y una silla que brinde comodidad, la mesa debe tener una altura adecuada para que le permita al niño o a la niña poner los codos cómodamente, en cuanto a la silla que sea ajustable y le permita apoyar los pies en el piso.  La iluminación se debe tener en cuenta, pues un área muy oscura inducirá al sueño y a qué esfuerce la vista.  Tener a la mano todos los implementos necesarios para estudiar, esto evitará que el niño o la niña pierdan tiempo buscándolos y se desconcentre. Eliminar las distracciones  Tener al frente solo lo que se necesita en ese momento facilitará el proceso de aprendizaje.  Aprovechar los descansos cortos que se toman durante el estudio para ordenar el lugar antes de reanudar la actividad.  Alejarse de aparatos o elementos distractores como el celular, el televisor, la radio, entre otros. Personalizar el lugar de estudio  La decoración es un factor en esta actividad, utilizando colores que traigan tranquilidad, fríos como azul, purpura y verde son sinónimos de paz, tranquilidad y equilibrio, mientras que los colores cálidos como el rojo, amarillo y naranja inspiran actividad e inquietud.  Los olores como el limón, lavanda, jazmín, romero, canela y menta ayudan a mejorar el estado de ánimo y la productividad. JUGAR EN LA NIÑEZ PARA APRENDER A CONVIVIR El juego es la energía más importante con la que el niño nace para educarse a sí mismo y relacionarse con otros. Desafortunadamente, esta posibilidad del juego ha ido bajando debido a la inseguridad, los niños de hoy tienen menos espacios para jugar y menos libertad para idear juegos, una situación que puede tener relación con el aumento de trastornos mentales en la infancia. “El temor adulto hace que los niños salgan menos a los parques o a exteriores a jugar con sus compañeros y amigos, lo que termina reemplazándose por el escenario virtual. El escenario de juego es un espacio de construcción de confianza. Cuando eso no se da por los temores del oculto, los niños pueden crecer con esos miedos y desconfianzas” (Rita Flores Romero- directora del grupo de investigación cognición y lenguaje en la infancia de la universidad Nacional.). El juego es la herramienta viva para el niño y la niña aprendan a convivir en armonía, manejando sus emociones y actuando acorde a la situación y así desarrollando sus competencias. Desarrollo de las tres competencias Ciudadana: en el caso de la competencia ciudadana, los niños que frecuentan estos espacios de juego, evidencian mayor autonomía e interés en participar en diferentes actividades. Les gusta invitar a sus compañeros a jugar, arman sus grupos con mayor facilidad, son más estables en la permanencia de los grupos, participan por iniciativa propia. EMOCIONAL: en cuanto a las competencias emocionales, los niños que le dedican buen tiempo al juego, tienden a ser muy expresivos y espontáneos. Las obras de teatro, la lectura de cuentos y la representación con mímicas o títeres los ayudan a controlar las emociones en situaciones de conflicto. CREATIVA: En el componente de desarrollo de la creatividad, se destaca la capacidad de los niños ya que son flexibles para cambiar y aceptar nuevos juegos a partir de sus propias iniciativas. De Ángela Jerez Especial para El Tiempo

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INFORMATIONAL NOTICE (27 - 02 - 2017)

Especialista de la UNAM te dice qué es la generación ‘blandita’ Cony Vera, psicóloga de la máxima casa de Estudios, asegura que las carencias físicas y/o emocionales que vivieron padres en la infancia generan sobreprotección sobre los hijos.

Los especialistas llaman la generación ‘blandita’ a aquella en donde los niños y jóvenes son sobreprotegidos por sus progenitores, los que a toda costa buscan evitar el ‘sufrimiento’, el ‘esfuerzo’ y condiciones de vida que se podrían considerar del ‘dominio público’ en sus hijos; o bien, proporcionarles las mejores condiciones de vida desde muy pequeños.

Sin embargo, hay padres y madres que llevan el deseo de una buena vida a los extremos. La pregunta radica en a qué se deberá este comportamiento, en donde los padres orillan, en ocasiones, a que los hijos no se esfuercen por objetos y aspecto nimios de la vida diaria. Cony Zamora, egresada de Maestría en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) asegura que ‘en el ejercicio de la paternidad y maternidad…

“Intervienen una serie de patrones que son aprendidos y, en muchas ocasiones, repetidos inconscientemente. En un intento –generacional- por romper antiguos patrones de crianza y, en el mejor de los casos, «reparar» historias, existen padres que se esfuerzan por no repetir aquello que ellos vivieron en su momento”, subrayó la especialista”.

Frases como «Yo no quiero que mi hijo tenga las carencias que yo tuve» o «Quiero que él o ella realice lo que yo no pude lograr» inundan el repertorio de los padres que poseen esta visión; en el afán por procurarles siempre lo mejor y evitar que sufran, las relaciones entre padres e hijos también sufren diversos tipos de modificadas.

“Por un lado, parece que las jerarquías se desdibujan: ahora los padres quieren ser «amigos» de los hijos, no golpearlos o sancionarlos cuando es necesario; y, por otra parte, los hijos se convencen de que siempre contarán con la disponibilidad y los recursos de aquellos para que les resuelvan todo –o casi todo-”.

Resultado de la inadecuada delimitación de roles, nacen conflictos cuando de respetar límites se trata. El umbral de este valor se amplía hacia otros ámbitos: el escolar, por ejemplo. Un niño ‘mimado’ funciona bajo la lógica de «¿Si ni en mi casa me llaman la atención, por qué lo va a hacer alguien que no es nada mío (un maestro, un adulto mayor)»?

“Una buena dosis de tolerancia a la frustración y de demora a la gratificación son necesarias para que los chicos desarrollen potencialidades y también valores, para fijarse logros y obtener satisfacciones, para valorar los esfuerzos que suponen las metas a largo plazo y constituirse como sujetos más empáticos”.

Cony Zamora advierte que el objetivo tampoco es «endurecer» o «ablandar» mientras se educa, sino de dotar a los menores con las herramientas básicas para el día a día que les permitan afrontar lo adverso, reconocer oportunidades de crecimiento y medir su propia capacidad de adaptación a diferentes entornos, cada vez más cambiantes y exigentes.

Tomado de: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/02/20/1147470.

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